La parálisis cerebral describe un grupo de trastornos permanentes del desarrollo del movimiento y de la postura, que causa limitaciones en las actividades y que son atribuidas a alteraciones no progresivas ocurridas en el desarrollo cerebral del feto o de la primera infancia. Los trastornos motores de la parálisis cerebral están a menudo acompañados por alteraciones de la sensación, percepción, cognición, comunicación y conducta, por epilepsia y por problemas musculoesqueléticos secundarios (Rosembaum, Paneth, Levinton, Goldstein y Bax, 2007).
Una de cada 500 personas tiene parálisis cerebral, siendo la causa más frecuente de discapacidad en niños y niñas.
El grado en que la misma afecta a cada niño o niña es diferente, y viene determinado por la intensidad y el momento concreto en que se produce la lesión. De modo que podemos encontrarnos con personas que conviven con una parálisis cerebral que resulta apenas perceptible, frente a otras que necesitan el apoyo de terceras personas para realizar las tareas más básicas de su vida diaria.
Es importante saber que la parálisis cerebral no puede curarse, sin embargo, los síntomas de esta discapacidad pueden ser tratados, especialmente desde la fisioterapia, logopedia, apoyos educativos y terapia ocupacional. Así si la persona recibe una atención adecuada que le ayude a mejorar sus movimientos, estimule su desarrollo intelectual, desarrolle su comunicación y potencie sus habilidades sociales, podrá alcanzar importantes niveles de autonomía y llevar una vida plena.
